Cantando me eh de morir, cantando me han de enterrar, cantando me eh de ir al cielo o al infierno quizas

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miércoles, 20 de junio de 2012

Germán nos esperaba en el salón principal, una gran habitacion ovalada. Una lámpara de lágrimas de cristal pendia del techo. El padre de Marina iba casi de etiqueta. Vestía traje y chaleco, y su cabellera plateada aparecia pulcramente peinada hacia atrás. Me pareció estar viendo  a un caballero de fin de siglo. Nos sentamos en la mesa, ataviada con manteles de hilo y cubiertos de plata.
- Es un placer tenerte entre nosotros, Óscar - dijo Germán- . No todos los domingos tenemos la fortuna de tener tan grata compañia.
La vajilla era de porcela, genuino articulo de anticuario. El menú parecía consistir en una sopa de aroma delicioso y pan. Nada más. Mientras Germán me servia a mi primero, comprendi que todo aquel despliegue se debía a mi presencia. A pesar de la cuberteria de plata, la vajilla de museo y las galas de domingo, en aquella casa no habia dinero para un segundo plato. Por no haber, no había ni luz. La casa estaba perpetuamente iluminada con velas. Germán debió de leerme el penamiento. 
- Habrá advertido que no tenemos electricidad, Oscar. Lo ciento es que no creemos demasiado en los adelantos de la ciencia moderna. Al fin y al cabo, ¿Qué clase de ciencia es ésa, capas de poner un hombre en la luna pero incapaz de poner un pedazo de pan en la mesa de cada ser humano?.
- A lo mejor el problema no está en la ciencia, sino en quienes deciden cómo emplearla - Sugeri.
Germán consideró mi idea y asintió con solemnidad, no sé si por cortesia o por convencimiento..












Fragmento de "Marina" - Carloz Ruiz Zafon